La
función principal de toda red de metro de Madrid se ve irremediablemente
alterada y modificada en momentos de guerra. Su carácter subterráneo le da
nuevos usos: desde los depósitos de armas a los refugios antiaéreos. En el
momento del estallido de la Guerra Civil.
El metro
de Madrid, como compañía privada fue sustituido por el comité de empresa de los
sindicatos que mantuvieron la gestión y explotación. La situación política que
se vivió en la zona controlada por el gobierno de la República, con
incautaciones de los servicios públicos, puso en manos de los comités
sindicales a muchas empresas, incluidos los transportes.
En el
otoño de 1936 un Comité de Control Obrero (formado por UGT y CNT) se hizo
entonces cargo de la gestión del servicio del metro, que hasta entonces había
estado en manos de la Compañía del Ferrocarril Metropolitano de Alfonso XIII de
Madrid. La situación bélica en la capital se agravaba, con el comienzo del
racionamiento de alimentos y productos básicos y el estrechamiento del cerco.
En todo momento, el director de la compañía, Miguel Otamendi, permaneció en la
ciudad a pesar de haber sido apartado de su cargo. Las primeras medidas
adoptadas por el comité fueron el despido de los altos cargos y la readmisión
de los trabajadores depurados a raíz de la huelga general de 1934.
El
comité aprobó un aumento de los sueldos de los empleados, así como una mejora
de las condiciones laborales y de jubilación. Al mismo tiempo, las mujeres
comenzaron a desempeñar tareas de jefe de estación de segunda, jefes de tren,
guardafrenos, telefonistas y ascensoristas. A partir del 1 de abril de 1937, el
servicio pasó completamente a manos de mujeres ante la movilización de todos
los varones para el frente de batalla.
LOS REFUGIOS
La situación bélica comenzó a
sentirse pronto en Madrid. El 6 de agosto, apenas 19 días después del
alzamiento militar contra la República, la dirección del metro decidió la
apertura de las estaciones durante la noche para que sirvieran de refugio en
caso de bombardeo. Además, andenes, vestíbulos y pasillos se transformaron en
el lugar de acogida de las personas que huían de las poblaciones cercanas a la
capital ante el avance de las tropas franquistas.
La Junta de Defensa de Madrid
trató por todos los medios de que las instalaciones no se convirtieran en
refugio permanente para familias y que sólo se emplearan en caso de ataques
aéreos. Por este motivo, se organizó un servicio de recogida e instalación de
refugiados del metro en otros alojamientos. Sin embargo, esta campaña no
resultó muy efectiva, siendo muchos los que residieron de manera permanente en
el metro.
El metro de Madrid, inaugurado
en 1919, tenía una longitud total de 20,60 kilómetros y 34 estaciones, todas
subterráneas. La red estaba formado por 4 líneas: Línea 1: Tetuán - Puente de
Vallecas; Línea 2: Cuatro Caminos - Ventas / Diego de León; Línea 3: Sol –
Embajadores; Ramal: Isabel II – Norte.
A pesar de la guerra, el metro
trató de mantener un servicio con la normalidad propia de una ciudad sitiada
como Madrid. Así, el 9 de agosto se inauguraba la nueva Línea 3 entre Sol y
Embajadores, de 1,4 Km de longitud. En el acto de apertura, no hubo presencia
oficial ni festejos, tan sólo una reseña en la prensa que anunciaba su apertura
y su horario de funcionamiento.
Las necesidades bélicas
obligaron al cierre de dos tramos, el de Fermín Galán – Norte y el de Goya -
Diego de León.
La clausura del Ramal de Fermín
Galán (nombre con que fue bautizada la estación de Isabel II, hoy en día
llamada Ópera) a Norte (Príncipe Pío) el 14 de agosto de 1936 se debió a la
proximidad de esta última estación al frente situado en el Puente de los
Franceses. Las instalaciones fueron convertidas por los trabajadores en un
puesto de Sanidad, para lo que dos trenes de dos coches (el M-102 y M-103) se
habilitaron para el traslado de heridos por la red. La suspensión del servicio
del tramo Goya a Diego de León el 10 de octubre de 1936 fue debido al
aprovechamiento de los túneles para la instalación de un taller de carga de
proyectiles de artillería. También cesaron los trabajos de construcción de la
prolongación de la Línea 3 entre Sol y Argüelles, que se retomarían una vez
finalizado el conflicto.
El servicio normal del metro
sufría numerosas alteraciones por causa, principalmente, de los bombardeos.
Muchos proyectiles cayeron sobre las instalaciones del metro: en las cocheras
de Cuatro Caminos; perforando los túneles entre Sol y Sevilla, en San Bernardo
y entre Atocha y Menéndez Pelayo; o sobre estaciones como Chamberí, Norte, Sol
o Puente de Vallecas.
Polvorín de Diego de León
El hecho más grave que tuvo
lugar durante los años de guerra en el metro de Madrid fue la explosión del
taller de carga de proyectiles situado en el túnel bajo la calle Torrijos (hoy
Conde de Peñalver). La explosión, al parecer accidental, afectó al túnel hasta
la estación de Sevilla y al taller, además de la calle, cuyo pavimento quedó
dañado. La onda expansiva se extendió por los túneles afectando a cuatro trenes
que circulaban en esos momentos.